Post by Malak hamavet on Feb 5, 2009 19:02:39 GMT -5
Ahora que se toca el aspecto de la ciencia y su "separación" de la Religión, me hace recordar un aspecto interesante de Voltaire, super-científico del siglo XVIII.
Posteo un trabajo que realicé hace algunos años con respecto de este personaje y que sirvió para ayudar a otras personas a reconciliar la ciencia con la religión.
UN 30 DE MAYO DEL AÑO 1778
La investigación de documentos antiguos siempre depara sorpresas. La última me ha salido al paso mientras hojeaba el tomo Xll de una vieja revista francesa, "Correspondance Littéraire, Philosophique et Critique (1753-1793)", monumento
inapreciable y riquísimo para conocer el siglo de las luces y los comienzos de la gran Revolución.
Todos sabemos quién fue Voltaire: el peor enemigo que tuvo el cristianismo en aquel siglo XVIII, en el que tantos tuvo y tan crueles. Con los años crecía su odio al cristianismo y a la Iglesia.
Era en él una obsesión. Cada noche creía haber aplastado a
la "infame" y cada mañana sentía la necesidad de volver a empezar: el Evangelio sólo había traído desgracias a la Tierra.
Manejó como nadie la ironía y el sarcasmo en sus innumerables escritos, llegando hasta lo innoble y degradante. Diderot le llamaba el anticristo. Fue el maestro de generaciones enteras incapaces de comprender aquellos valores superiores del cristianismo, cuya desaparición envilece y empobrece a la humanidad.
Pues bien, en el número de abril de 1778 de la revista francesa antes citada (páginas 87-88) se encuentra uno nada menos que con la copia de la profesión de fe de M. Voltaire. Literalmente dice así:
«Yo, el que suscribe, declaro que habiendo padecido un vómito de sangre hace cuatro días, a la edad de ochenta y cuatro años y no habiendo podido ir a la iglesia, el párroco de San Sulpicio ha querido añadir a sus buenas obras la de enviarme a M. Gautier, sacerdote. Yo me he confesado con él y, si Dios dispone de mí, muero en la santa religión católica en la que he nacido esperando de la misericordia divina que se dignará perdonar todas mis faltas, y que si he escandalizado a la Iglesia, pido perdón a Dios y a ella.
Firmado: Voltaire, el 2 de marzo de 1778 en la casa del marqués de Villete, en presencia del señor abate Mignot, mi sobrino y del señor marqués de Villevielle. Mi amigo». Firman también: el abate Mignot, Villevielle. Se añade: «declaramos la presente copia conforme al original, que ha quedado en las manos del señor abate Gauthier y que ambos hemos firmado, como firmamos el presente certificado. En París, a 27 de mayo de 1778. El abate Mignot, Villevielle».
Como pueden observar, un acérrimo enemigo de la Iglesia tuvo un sincero arrepentimiento de sus actos y pidió la misericordia de Dios para que sus "pecados" fueran borrados.
La Iglesia no tuvo problema para "aceptar" su arrepentimiento, pero esto no era necesario ya que el Padre conoce a cada una de sus criaturas y sólo faltaba que Voltaire regresara a Su abrazo amoroso.
La Fe y la Razón son herramientas poderosas que ayudarán a la humanidad en su crecimiento material y espiritual.
Cuando una u otra se vuelven dogmáticas y fundamentalistas, es cuando comienzan los verdaderos problemas.
Malak
Posteo un trabajo que realicé hace algunos años con respecto de este personaje y que sirvió para ayudar a otras personas a reconciliar la ciencia con la religión.
UN 30 DE MAYO DEL AÑO 1778
La investigación de documentos antiguos siempre depara sorpresas. La última me ha salido al paso mientras hojeaba el tomo Xll de una vieja revista francesa, "Correspondance Littéraire, Philosophique et Critique (1753-1793)", monumento
inapreciable y riquísimo para conocer el siglo de las luces y los comienzos de la gran Revolución.
Todos sabemos quién fue Voltaire: el peor enemigo que tuvo el cristianismo en aquel siglo XVIII, en el que tantos tuvo y tan crueles. Con los años crecía su odio al cristianismo y a la Iglesia.
Era en él una obsesión. Cada noche creía haber aplastado a
la "infame" y cada mañana sentía la necesidad de volver a empezar: el Evangelio sólo había traído desgracias a la Tierra.
Manejó como nadie la ironía y el sarcasmo en sus innumerables escritos, llegando hasta lo innoble y degradante. Diderot le llamaba el anticristo. Fue el maestro de generaciones enteras incapaces de comprender aquellos valores superiores del cristianismo, cuya desaparición envilece y empobrece a la humanidad.
Pues bien, en el número de abril de 1778 de la revista francesa antes citada (páginas 87-88) se encuentra uno nada menos que con la copia de la profesión de fe de M. Voltaire. Literalmente dice así:
«Yo, el que suscribe, declaro que habiendo padecido un vómito de sangre hace cuatro días, a la edad de ochenta y cuatro años y no habiendo podido ir a la iglesia, el párroco de San Sulpicio ha querido añadir a sus buenas obras la de enviarme a M. Gautier, sacerdote. Yo me he confesado con él y, si Dios dispone de mí, muero en la santa religión católica en la que he nacido esperando de la misericordia divina que se dignará perdonar todas mis faltas, y que si he escandalizado a la Iglesia, pido perdón a Dios y a ella.
Firmado: Voltaire, el 2 de marzo de 1778 en la casa del marqués de Villete, en presencia del señor abate Mignot, mi sobrino y del señor marqués de Villevielle. Mi amigo». Firman también: el abate Mignot, Villevielle. Se añade: «declaramos la presente copia conforme al original, que ha quedado en las manos del señor abate Gauthier y que ambos hemos firmado, como firmamos el presente certificado. En París, a 27 de mayo de 1778. El abate Mignot, Villevielle».
Como pueden observar, un acérrimo enemigo de la Iglesia tuvo un sincero arrepentimiento de sus actos y pidió la misericordia de Dios para que sus "pecados" fueran borrados.
La Iglesia no tuvo problema para "aceptar" su arrepentimiento, pero esto no era necesario ya que el Padre conoce a cada una de sus criaturas y sólo faltaba que Voltaire regresara a Su abrazo amoroso.
La Fe y la Razón son herramientas poderosas que ayudarán a la humanidad en su crecimiento material y espiritual.
Cuando una u otra se vuelven dogmáticas y fundamentalistas, es cuando comienzan los verdaderos problemas.
Malak