Post by lolo-del-polo on Jan 22, 2009 5:46:26 GMT -5
de un amigo angélico...
Creo que mi vida carecería de sentido si no pudiera meditar. Claro que, a lo mejor lo que para mí es meditar no es igual para otros. Dado que, yo le llamo meditar a indagar en el interior de uno en búsqueda del conocimiento real, y eso es lo que hago cuando medito.
Así pues, meditando me di cuenta de que lo que yo creía ser no era más que una mera ilusión en mi mente; y al intuir lo que probablemente era yo me asusté y quedé sobrecogido. Luego, más tarde, como creo que le sucede a todo ser que contempla, es decir, a todo contemplador, vinieron las dudas y las tonterías. Porque la mente está llena de conceptos aprendidos y se niega a aceptar algo tan grande.
Yo me observaba a mí mismo (nunca dejo de hacerlo) y me daba cuenta de que en mí habían múltiples aspectos de "ser" a los que, reuniéndolos en un apretado paquete de ellos, les llamaba "yo", pero que, paradójicamente, no podían ser mi verdadero "yo". No, no podían serlo, pues de la misma manera que las experiencias que tengo no son mi "yo" auténtico, dado que, es indudable que, no son mi ser real esas experiencias que vengo teniendo, yo me daba cuanta también de que había otro "yo" experimentador que parecía ser más auténtico que el anterior teniendo las experiencias que llamamos vida humana.
Sí, yo me daba y me doy cuenta de eso, o sea que, soy consciente de su presencia en mí, motivo por el cual, pronto comprendí que había otro "yo", un "YO" superior que experimentaba al "yo" anterior e inferior que yo creía ser. O sea que, ese "yo" experimentador que yo creía ser estaba siendo experimentado por otro "YO" superior y de cuya magnitud me asustaba; así descubrí a Dios.
El problema de ser un experimentador que está siendo experimentado por otro experimentador superior, es que, al principio no nos damos cuenta de que eso que creemos ser es un simple instrumento, un objeto de contemplación, algo que usa ese experimentador superior, ni más ni menos; y esa inconsciencia genera un terrible miedo.
Tenemos miedo de Dios, le tememos porque inconscientemente intuimos que nuestra vida es LA SUYA y que en realidad no existimos. No, no existimos, como individuos no existimos, ya que la individualidad es una mera ilusión en la mente del sujeto humano. Y eso, lógicamente nos aterra. Nos produce pavor. Nuestro "yo" verdadero nos produce pavor.
Es el miedo que sentimos el que alimenta, protege y pelea por la personalidad. Tan grande es ese miedo que, ni siquiera queremos atender a razones. Y ciertamente, no hay nada que razonar. Porque la realidad es como es y no como nosotros pensamos que es. El Ser es una proyección del No-Ser Absoluto, es decir Dios. Somos porque hemos sido proyectados para ser, Él nos ha proyectado, y a Él hemos de volver, pero sostenemos el Ser a base de conceptos creados y de resistencias.
Nuestro destino es regresar al seno del Absoluto no cualificado (es decir puro) y por más que nos neguemos a ello es a Él a donde hemos de volver. Él, el Absoluto (ése al que llamamos Dios o Padre) es el Experimentador Supremo, que es tanto como decir el Único existiendo, pues es Él quien recrea a los seres y a las personalidades para observar por conducto de ellos el mundo. Él, Dios, es el Testigo Silencioso que hay en todos nosotros, y también es el artífice de las formas animadas por las que observa el mundo material.
En definitiva, lo que yo quiero decir es que, una vez que sabes eso no cabe preocuparse, porque tú, la criatura humana, el instrumento, no puedes hacer apenas nada para cambiar el rumbo de las cosas, y cada vez que quieras intentarlo deberías preguntarte quién es el que te impulsa al cambio. Si eso hicieras, pronto verías que la preocupación que sientes es tan ilusoria como el mismo Ser que la experimenta, algo creado por voluntad del Absoluto. Tú lo único que puedes hacer es retrasar el momento del regreso. ¿Pero es eso lo que te conviene?
Conocer estas cosas es terrible. Porque es como morir con cada nuevo detalle que conoces. Tus deseos se extinguen y con ellos la vida; esta ilusión de vida que llamamos "yo". Más allá de esto el Silencio, la Nada, porque cualquier cosa que imaginemos sobre ese estado supremo de ser es mera ilusión. Nuestro consuelo es que el Absoluto no nos deja solos, que se revela periódicamente al humano para ayudarle a rendirse y soltar las resistencias. La Esperanza que nos queda es que podemos colaborar activamente en el regreso.
Creo que mi vida carecería de sentido si no pudiera meditar. Claro que, a lo mejor lo que para mí es meditar no es igual para otros. Dado que, yo le llamo meditar a indagar en el interior de uno en búsqueda del conocimiento real, y eso es lo que hago cuando medito.
Así pues, meditando me di cuenta de que lo que yo creía ser no era más que una mera ilusión en mi mente; y al intuir lo que probablemente era yo me asusté y quedé sobrecogido. Luego, más tarde, como creo que le sucede a todo ser que contempla, es decir, a todo contemplador, vinieron las dudas y las tonterías. Porque la mente está llena de conceptos aprendidos y se niega a aceptar algo tan grande.
Yo me observaba a mí mismo (nunca dejo de hacerlo) y me daba cuenta de que en mí habían múltiples aspectos de "ser" a los que, reuniéndolos en un apretado paquete de ellos, les llamaba "yo", pero que, paradójicamente, no podían ser mi verdadero "yo". No, no podían serlo, pues de la misma manera que las experiencias que tengo no son mi "yo" auténtico, dado que, es indudable que, no son mi ser real esas experiencias que vengo teniendo, yo me daba cuanta también de que había otro "yo" experimentador que parecía ser más auténtico que el anterior teniendo las experiencias que llamamos vida humana.
Sí, yo me daba y me doy cuenta de eso, o sea que, soy consciente de su presencia en mí, motivo por el cual, pronto comprendí que había otro "yo", un "YO" superior que experimentaba al "yo" anterior e inferior que yo creía ser. O sea que, ese "yo" experimentador que yo creía ser estaba siendo experimentado por otro "YO" superior y de cuya magnitud me asustaba; así descubrí a Dios.
El problema de ser un experimentador que está siendo experimentado por otro experimentador superior, es que, al principio no nos damos cuenta de que eso que creemos ser es un simple instrumento, un objeto de contemplación, algo que usa ese experimentador superior, ni más ni menos; y esa inconsciencia genera un terrible miedo.
Tenemos miedo de Dios, le tememos porque inconscientemente intuimos que nuestra vida es LA SUYA y que en realidad no existimos. No, no existimos, como individuos no existimos, ya que la individualidad es una mera ilusión en la mente del sujeto humano. Y eso, lógicamente nos aterra. Nos produce pavor. Nuestro "yo" verdadero nos produce pavor.
Es el miedo que sentimos el que alimenta, protege y pelea por la personalidad. Tan grande es ese miedo que, ni siquiera queremos atender a razones. Y ciertamente, no hay nada que razonar. Porque la realidad es como es y no como nosotros pensamos que es. El Ser es una proyección del No-Ser Absoluto, es decir Dios. Somos porque hemos sido proyectados para ser, Él nos ha proyectado, y a Él hemos de volver, pero sostenemos el Ser a base de conceptos creados y de resistencias.
Nuestro destino es regresar al seno del Absoluto no cualificado (es decir puro) y por más que nos neguemos a ello es a Él a donde hemos de volver. Él, el Absoluto (ése al que llamamos Dios o Padre) es el Experimentador Supremo, que es tanto como decir el Único existiendo, pues es Él quien recrea a los seres y a las personalidades para observar por conducto de ellos el mundo. Él, Dios, es el Testigo Silencioso que hay en todos nosotros, y también es el artífice de las formas animadas por las que observa el mundo material.
En definitiva, lo que yo quiero decir es que, una vez que sabes eso no cabe preocuparse, porque tú, la criatura humana, el instrumento, no puedes hacer apenas nada para cambiar el rumbo de las cosas, y cada vez que quieras intentarlo deberías preguntarte quién es el que te impulsa al cambio. Si eso hicieras, pronto verías que la preocupación que sientes es tan ilusoria como el mismo Ser que la experimenta, algo creado por voluntad del Absoluto. Tú lo único que puedes hacer es retrasar el momento del regreso. ¿Pero es eso lo que te conviene?
Conocer estas cosas es terrible. Porque es como morir con cada nuevo detalle que conoces. Tus deseos se extinguen y con ellos la vida; esta ilusión de vida que llamamos "yo". Más allá de esto el Silencio, la Nada, porque cualquier cosa que imaginemos sobre ese estado supremo de ser es mera ilusión. Nuestro consuelo es que el Absoluto no nos deja solos, que se revela periódicamente al humano para ayudarle a rendirse y soltar las resistencias. La Esperanza que nos queda es que podemos colaborar activamente en el regreso.