Post by lolo-del-polo on Apr 21, 2008 17:08:04 GMT -5
METAS DEL ASPIRANTE A LA INICIACIÓN
Una vez que el aspirante a iniciado ha tenido la sublime experiencia de la auto-contemplación, toda vez que ya se ha contemplado a sí mismo y ha comprendido que dios habita en su interior y que la divinidad es su verdadero ser, es entonces, sólo entonces, cuando se puede decir que esa persona ya está lista para caminar por el sendero que lleva a la realización.
En esos momentos, una vez que el aspirante ya sabe quien es él, -o ella, en el caso de que sea una mujer-, en cuanto comprende que es un trocito de dios abismado en la materia densa, siente la necesidad de regresar a su estado de gracia original y se da cuenta de que es en ese instante, una vez que ha contemplado y entendido la realidad inmaterial del propio ser, cuando empieza el verdadero trabajo.
Sí, así es, porque una vez que el aspirante ya se ha contemplado a sí mismo comprende que no es un ser originario de este mundo denso material, dado que, en su interior profundo siente que no es eso solamente, eso que ha creído ser hasta esos momentos, es decir, un ser humano mortal, sino que, hay algo más en él.
En llegados a ese punto de su aprendizaje, el aspirante sabe, de algún modo lo sabe, pero lo sabe porque lo intuye, y porque lo razona y lo halla lógico y creíble, que no es un ser material únicamente. O sea que, comprende y ve claro que, en realidad, es un ser de luz (un espíritu luminoso) que se halla de regreso a su estado de ser original que es el espíritu inmaculado e inmortal que ha intuido durante la contemplación.
En esos momentos, se puede decir que la niñez espiritual del aspirante ya ha terminado, se acabaron pues los juegos para el futuro caminante, porque una vez que ha contemplado y conocido la realidad del ser, la materia ya no le satisface y por ello quiere volver al estado original de ser que intuye le deparaba una mayor felicidad.
En esos instantes de su vida el aspirante comprende que su vida tiene un propósito oculto y que éste no es otro que regresar a ese estado paradisiaco del origen que tenía antes de caer a la materia densa y resultar abismado en ella por cientos o tal vez miles o millones de años.
Un ser así, despierto, consciente de su realidad divina, no tarda en comprender que del control decidido de la energía implicada en su existencia física depende que la purificación de su espíritu se lleve finalmente a cabo. O sea que, se aplica a ello con diligencia y tesón.
Por medio de las pruebas que ha experimentado en la carne el aspirante ha llegado a la comprensión de lo que le sucede y ahora sabe que el auto-control libremente aceptado y llevado a cabo con decisión es totalmente necesario para culminar el éxito de la misión.
Con esto quiero decir que, un caminante despierto que ya se haya contemplado a sí mismo sabe que ha de ejercitarse en el control de la energía que le es propia hasta su total dominación. Ya que, como ha podido comprender en su andadura carnal, no hay otro modo de volver a la beatitud del origen que ése.
O sea que, alguien así sabe que ha de esforzarse en controlar la energía de la palabra, el pensamiento, el sentimiento, la voluntad y todas las energías derivadas de su divino ser inmortal que le asisten y también las que le prueban en esta vida física material.
Luces y sombras, energías del ser, han de ser dominadas por el aspirante que se ha convertido en caminante a causa de la propia auto-contemplación y obligadas a servirle. Pero para ello antes ha de conocer su verdadera naturaleza, la suya propia, y también la de las energías con las que trata, ya que de ello, de que las conozca y las domine, depende su éxito.
Pero como es lógico suponer, el caminante tiene que comprender que no es cualquier cosa eso a lo que se enfrenta. Porque el ser (que no es el cuerpo físico) es inteligente y poderoso y sus energías son igualmente inteligentes y poderosas siendo parte de él.
Conocerlas, conocer sus nombres, respetarlas, porque te das cuenta de lo poderosas que son esas energías, amarlas, porque sabes que son tuyas, de tu divino ser, y ordenarlas con autoridad, porque tú eres el amo de la energía, siendo, como eres, un ser divino aunque separado de dios, es tarea del caminante.
Sí, estamos aquí, en este mundo denso material, para eso. Para dominar aquello que se salió de madre por causa nuestra. Pero no es moco de pavo esto que digo, porque el trabajo es arduo y la tarea ingente. Pero una vez que has franqueado el umbral de la iniciación las cosas suceden a una mayor velocidad y eso anima al caminante.
Sí, así es, el caminante ha de movilizar el efecto que le permitirá controlar sus energías, equilibrar su vehículo físico, pacificar su mente, fortalecer su voluntad, purificar su espíritu y regresar a su estado original de ser, y para ello, qué duda cabe, ha de ser capaz de ordenar con total convencimiento y certeza de triunfo a las luces y las sombras que le sirven y prueban hasta conseguir que le obedezcan.
Pero claro, siendo estas energías parte de la divinidad, potenciales divinos inteligentes capaces de tomar sus propias decisiones y hacerlo de forma justa y perfecta, la tarea que se le presenta al caminante no es nada fácil de llevar a cabo. Ya que, a esas inteligencias no es posible engañarlas, nadie puede, o sea que, ellas están permanentemente al tanto de cuáles son nuestras verdaderas intenciones.
No, la tarea del caminante no es nada fácil. Porque éste ha de estar mínimamente consciente de aquello a lo que se enfrenta y decidido a dominarlo. Para ello ha de conocer el modo de ser y de actuar de esas energías y comprender que con ellas no se juega. Ni con las luces ni con las sombras se puede jugar.
Para acercarse a estas inteligencias hay que ser muy sinceros, honestos, serios y rigurosos. Pues como digo, no es posible engañarlas y es mejor no intentarlo. Por eso es que, sólo desde el conocimiento verdadero y de la consciencia elevada y despierta que emanan de una fe consolidada y de un propósito sincero se puede uno aventurar a intentarlo.
Por eso decía que hay que ser sinceros y honestos. Porque la fe y la sinceridad del caminante que ha alcanzado un cierto grado de conocimiento (el que se necesita tener para movilizar el efecto) cuando son genuinas garantizan el triunfo.
Amigos caminantes. Dejémonos de monsergas y acometamos la tarea que nos hemos propuesto. Hemos de caminar con paso firme por el sendero iniciático y no reparar en esfuerzos hasta lograr que nuestras divinas energías nos obedezcan.
Seamos justos, rigurosos, sinceros, honestos, comprometidos y valientes; sólo así nos respetarán. Avancemos por el camino de vuelta a la reintegración total e impulsémonos por el propio efecto una vez que lo hayamos movilizado. Amor, Consciencia y Libertad.
Una vez que el aspirante a iniciado ha tenido la sublime experiencia de la auto-contemplación, toda vez que ya se ha contemplado a sí mismo y ha comprendido que dios habita en su interior y que la divinidad es su verdadero ser, es entonces, sólo entonces, cuando se puede decir que esa persona ya está lista para caminar por el sendero que lleva a la realización.
En esos momentos, una vez que el aspirante ya sabe quien es él, -o ella, en el caso de que sea una mujer-, en cuanto comprende que es un trocito de dios abismado en la materia densa, siente la necesidad de regresar a su estado de gracia original y se da cuenta de que es en ese instante, una vez que ha contemplado y entendido la realidad inmaterial del propio ser, cuando empieza el verdadero trabajo.
Sí, así es, porque una vez que el aspirante ya se ha contemplado a sí mismo comprende que no es un ser originario de este mundo denso material, dado que, en su interior profundo siente que no es eso solamente, eso que ha creído ser hasta esos momentos, es decir, un ser humano mortal, sino que, hay algo más en él.
En llegados a ese punto de su aprendizaje, el aspirante sabe, de algún modo lo sabe, pero lo sabe porque lo intuye, y porque lo razona y lo halla lógico y creíble, que no es un ser material únicamente. O sea que, comprende y ve claro que, en realidad, es un ser de luz (un espíritu luminoso) que se halla de regreso a su estado de ser original que es el espíritu inmaculado e inmortal que ha intuido durante la contemplación.
En esos momentos, se puede decir que la niñez espiritual del aspirante ya ha terminado, se acabaron pues los juegos para el futuro caminante, porque una vez que ha contemplado y conocido la realidad del ser, la materia ya no le satisface y por ello quiere volver al estado original de ser que intuye le deparaba una mayor felicidad.
En esos instantes de su vida el aspirante comprende que su vida tiene un propósito oculto y que éste no es otro que regresar a ese estado paradisiaco del origen que tenía antes de caer a la materia densa y resultar abismado en ella por cientos o tal vez miles o millones de años.
Un ser así, despierto, consciente de su realidad divina, no tarda en comprender que del control decidido de la energía implicada en su existencia física depende que la purificación de su espíritu se lleve finalmente a cabo. O sea que, se aplica a ello con diligencia y tesón.
Por medio de las pruebas que ha experimentado en la carne el aspirante ha llegado a la comprensión de lo que le sucede y ahora sabe que el auto-control libremente aceptado y llevado a cabo con decisión es totalmente necesario para culminar el éxito de la misión.
Con esto quiero decir que, un caminante despierto que ya se haya contemplado a sí mismo sabe que ha de ejercitarse en el control de la energía que le es propia hasta su total dominación. Ya que, como ha podido comprender en su andadura carnal, no hay otro modo de volver a la beatitud del origen que ése.
O sea que, alguien así sabe que ha de esforzarse en controlar la energía de la palabra, el pensamiento, el sentimiento, la voluntad y todas las energías derivadas de su divino ser inmortal que le asisten y también las que le prueban en esta vida física material.
Luces y sombras, energías del ser, han de ser dominadas por el aspirante que se ha convertido en caminante a causa de la propia auto-contemplación y obligadas a servirle. Pero para ello antes ha de conocer su verdadera naturaleza, la suya propia, y también la de las energías con las que trata, ya que de ello, de que las conozca y las domine, depende su éxito.
Pero como es lógico suponer, el caminante tiene que comprender que no es cualquier cosa eso a lo que se enfrenta. Porque el ser (que no es el cuerpo físico) es inteligente y poderoso y sus energías son igualmente inteligentes y poderosas siendo parte de él.
Conocerlas, conocer sus nombres, respetarlas, porque te das cuenta de lo poderosas que son esas energías, amarlas, porque sabes que son tuyas, de tu divino ser, y ordenarlas con autoridad, porque tú eres el amo de la energía, siendo, como eres, un ser divino aunque separado de dios, es tarea del caminante.
Sí, estamos aquí, en este mundo denso material, para eso. Para dominar aquello que se salió de madre por causa nuestra. Pero no es moco de pavo esto que digo, porque el trabajo es arduo y la tarea ingente. Pero una vez que has franqueado el umbral de la iniciación las cosas suceden a una mayor velocidad y eso anima al caminante.
Sí, así es, el caminante ha de movilizar el efecto que le permitirá controlar sus energías, equilibrar su vehículo físico, pacificar su mente, fortalecer su voluntad, purificar su espíritu y regresar a su estado original de ser, y para ello, qué duda cabe, ha de ser capaz de ordenar con total convencimiento y certeza de triunfo a las luces y las sombras que le sirven y prueban hasta conseguir que le obedezcan.
Pero claro, siendo estas energías parte de la divinidad, potenciales divinos inteligentes capaces de tomar sus propias decisiones y hacerlo de forma justa y perfecta, la tarea que se le presenta al caminante no es nada fácil de llevar a cabo. Ya que, a esas inteligencias no es posible engañarlas, nadie puede, o sea que, ellas están permanentemente al tanto de cuáles son nuestras verdaderas intenciones.
No, la tarea del caminante no es nada fácil. Porque éste ha de estar mínimamente consciente de aquello a lo que se enfrenta y decidido a dominarlo. Para ello ha de conocer el modo de ser y de actuar de esas energías y comprender que con ellas no se juega. Ni con las luces ni con las sombras se puede jugar.
Para acercarse a estas inteligencias hay que ser muy sinceros, honestos, serios y rigurosos. Pues como digo, no es posible engañarlas y es mejor no intentarlo. Por eso es que, sólo desde el conocimiento verdadero y de la consciencia elevada y despierta que emanan de una fe consolidada y de un propósito sincero se puede uno aventurar a intentarlo.
Por eso decía que hay que ser sinceros y honestos. Porque la fe y la sinceridad del caminante que ha alcanzado un cierto grado de conocimiento (el que se necesita tener para movilizar el efecto) cuando son genuinas garantizan el triunfo.
Amigos caminantes. Dejémonos de monsergas y acometamos la tarea que nos hemos propuesto. Hemos de caminar con paso firme por el sendero iniciático y no reparar en esfuerzos hasta lograr que nuestras divinas energías nos obedezcan.
Seamos justos, rigurosos, sinceros, honestos, comprometidos y valientes; sólo así nos respetarán. Avancemos por el camino de vuelta a la reintegración total e impulsémonos por el propio efecto una vez que lo hayamos movilizado. Amor, Consciencia y Libertad.